Mi consulta se ubica en Madrid, cerca del  Parque del Oeste. Los pacientes, adultos y personas mayores, pulsan el timbre del  primero, puerta izquierda. Escuchan un sonido que abre la puerta.

Entran decididos a mirarse. Encuentran un lugar cómodo y sencillo.

Los pacientes se adueñan de sus palabras, de sus silencios en una sala confortable.

El reloj marca la hora en punto, la constancia horaria transfiere la tranquilidad de saber que, en ese momento y en ese espacio, importa su decir: “me veo con exigencia, me cuesta mucho venir, es una tarea difícil, un reto» «No me gusta hablar de mi, nunca me ha gustado”.

Quiero soltar lastres, acabar con los complejos, con las  barreras que me obstaculizan, con los miedos que me paralizan. Mientras me esfuerzo para no caer, escucho decir a mi familia, a mis amigos : no te desanimes, no te obsesiones, no te preocupes.

Sí siento que al terminar la sesión he descargado mi angustia. Conforme pasan los meses siento mayor flexibilidad.

He adquirido confianza en las sesiones, coraje para hablar de cosas que nunca me hubiese atrevido a contar y me siento libre para adquirir un compromiso. 

He crecido y he logrado objetivos.

Muestro madurez para  alcanzar equilibrio entre lo visceral y lo racional. La ligereza de los movimientos, la flexibilidad de los pensamientos, la estimulación para la acción y la conexión de todo ello, me confiere una fuerza para sentirme como un pez que, por primera vez, nada a favor de la corriente.

En mi persiste una exigencia, un continuo gasto de energía. Un ideal de perfección que desemboca en la desvalorización.

Mi imaginación y mis fantasmas se agarran a globos de colores para que me alcen al cielo. Parece como si anidara en un globo naranja, que vuela sin rumbo según sopla el viento. Quiero soltarlo y acortar las distancias entre la tierra y el cielo, entre el allí y el aquí, entre el ahora y el luego. Anhelo abusar del tomillo en la carne, de la salvia en la jardinera y de la camomila para aclararme el pelo. Reclamo momentos para respirar. Quiero usar el cuerpo para cuidarme. Degustar mis platos. Alimentar mi vista y el olfato. Saciarme del aroma, del color y del sabor a lumbre.

Encuentro el equilibrio en una tabla de combinación de alimentos, nueces, tomates rojos, espaguetis, un manojo de trigueros, naranjas, zumos y más bebidas saludables. El ejercicio físico e intelectual, caminar,  estudiar, leer y releer me brindan un arco iris de pensamientos, recuerdos y sentimientos. El movimiento y la reflexión transitan desde el rictus rígido a una  amplia sonrisa.

Se me antoja  comer sano y hervir agua para las infusiones. Ansío caminar y encontrar el arco iris en las fuentes de las plazas, en los aspersores de los parques. Suspiro y me concentro en momentos para respirar. Reflexiono sobre recuerdos que ya son pasado, aterrizan pensamientos que anuncian un futuro que se evapora. Perduran sentimientos, siempre presentes, pero ya no me importa si cuando miro el futuro vislumbro el pozo negro del que vengo.

He sorteado obstáculos, he atravesado zonas oscuras.

He escalado y avistado que otra vida es posible. Me he arrojado al abismo para sumergirme en la nada y ya nunca será igual porque el tiempo marca la diferencia. El exquisito diseño del reloj siempre gira en la misma dirección y el tiempo  no pasa, quién pasa es el soy yo, porque cada minuto, cada segundo yo soy igual y diferente a la vez.

Giro la visión y aquello que era estímulo para motivar se convierte en objetivo. Solo ambiciono una sonrisa después de aceptar la naturaleza de ese yo desconocido que me brinda cada sesión de psicoterapia.

Ahora mi  fuerza soy yo, discreto, útil y más fácil de trato. Por fin, la  esperada tranquilidad que me da la aceptación. Por fin, apruebo con diez la lección de autoestima. Adivino la serenidad que transmiten las flores, la quietud de una figura de bronce. Cincelo los  días y engarzo las noches en un cálido sueño.

Supero barreras, ya no me asustan los sueños, mis miedos me inspiran. Acepto, asumo y abro el corazón para que penetre el desánimo sin desaliento porque ya sé que abusar de la imaginación para alimentar dragones y fantasmas es inflar un globo que estalla.

Y ahora suelto el falso coraje, el falso compromiso, que es la apariencia y lo que otros esperan y quieren de mi. Quiero disfrutar de la cadencia de la constancia, de la flexibilidad de la convicción. He soltado la desconfianza, la inmadurez. Opto por el equilibrio, por la libertad  para  conseguir  objetivos. Y cada día quiero volver a nacer y ser pez en el agua para surfear una estela y alegrar un corazón.

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